Ivan y Justo: Con La Habana a sus pies.

Ivan y Justo: con la Habana a sus pies.

Regresar a La Habana siempre provoca la sensación de estar en una ciudad detenida en el tiempo. Antiquísimas e inamovibles sus fachadas, sus coches, sus calles, y casi su gente. La Habana Vieja no escapa de sus balcones a veces derruidos, clausurados, telonados de ropas y por último también Gourmets.

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Es inevitable llegar a la esquina de Aguacate no 9, en el corazón de la Habana y no hacer un guiño a la típica casa de inicios de siglo XIX que aguarda en la céntrica esquina. Unos aseguran que fue residencia del cantautor cubano Silvio Rodríguez. Lo cierto es que hoy desde su balcón indiscreto Ivan y Justo convidan a degustar una catedral de sabores.

Para confirmar la teoría, te sientas a la mesa del restaurante como si estuvieras 50 años atrás. Su decorado, vajilla, cubertería y ambientación te hacen disfrutar de décadas prodigiosas. Comienza la música de Benny More, Ernesto Lecuona, la Sonora matancera y los míticos boleros te hacen olvidar horarios y fecha en el calendario.

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No hay carta menú, una pizarra  pone a tu disposición una cocina de mercado que varía cada día y te pierde en la frescura de la temporada. Mientras eliges compartes la foto de Celia Cruz, Rita Montaner, Omara Portuondo , Elena Burque, Ñico Saquito, todos estrellas de la isla musical.

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Entre los entrantes que salta a la vista la selección apuntó a una ensalada de aguacate y  masa de cangrejo. Un vegetal de estación en armonía  con las pequeñas fibras  que aportan  los crustáceos. Un plato cuya presentación era fiel a las dimensiones naturales de la hortaliza. De aroma llano, pero de una consistencia fácilmente digerible por su suave textura y agradable frescor. Ideal para un clima de altas temperaturas.

Le siguió un lechoncillo mamón, sobre cama de malanga. Carne que a pesar de su poca y necesaria cocción llevaba impregnado el aliño típico de estos lares, sabor a naranja, orégano y algo de ajo y comino, en perfecta unión a la crema de malanga que viene a suavizar y sentar todos los sabores más agrestes, para hacerte sentir como el eterno bebe  de quien hay que cuidar bien.

Por último un flan de guayaba, la típica receta de la abuela con olor a frutas tropicales, para nunca olvidar el punto de la geografía en que te encuentras.

¡Cómo no entrar entonces la próxima vez que el balcón de Aguacate no 9 te mire enamorado!  ¡Qué nueva peripecia de Ivan y Justo matará tu antojo!  No lo dudo, a pesar de la altura del mirador, las delicatesses invitan. ¡Cómo no tener la habana a sus pies!

 

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